Promoción y fomento de la lectura: Incluir desde el discurso

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El término “analfabeta” se ha convertido en un insulto que profieren los lectores desde un falso pedestal. ¿Cómo se puede invitar así a leer a quien no lo acostumbra?

Incluir es poner algo dentro de otra cosa o dentro de sus límites, según la definición del diccionario de la lengua española. Inclusión es, por ello, la acción y el efecto de incluir. De ahí el adjetivo “inclusivo”: que incluye o tiene la virtud y la capacidad para incluir algo.
Pero si hablamos de inclusión es forzoso que hablemos también de su contraparte: la exclusión. El verbo excluir denota, en primera acepción, quitar a alguien o algo de un lugar. De ahí el adjetivo “exclusivo”: que excluye o tiene fuerza para excluir. Y, como sabemos, “exclusión” es la acción y el efecto de excluir. Y “excluyente” es el adjetivo que significa “que excluye”, “deja fuera” o “rechaza”.

En el idioma español, y creo que en todos los idiomas, el adjetivo “exclusivo” tiene una connotación mercantilmente virtuosa. Hablamos de conjuntos habitacionales “exclusivos”, de zonas residenciales “exclusivas”, de ediciones “exclusivas”, de escuelas…

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